Autora

Didí Gutiérrez responde nuestro interrogatorio

Inspirado en el cuestionario Proust, nuestro interrogatorio busca develar ideas, puntos de vista y manías de las escritoras y autores interrogados.

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—¿Cuento o novela?
Prefiero el cuento cuando quiero bailar trance y novela, si bailo un vals.

—¿Ensayo o poesía?
El ensayo en el día y la poesía en la noche. Con la poesía me adentro en un bosque a oscuras, con el ensayo, en un espacio luminoso. Escribir o leer ensayo tiene lugar a pleno sol, es una actividad del raciocinio; con la poesía la experiencia es más parecida a soñar, a rendirse a los misterios de un oráculo. También me gusta la noche solar.

—¿Qué sucede en tu mente y en tus espacios cuando escribes?
Cuando escribo tengo el flow. Mis pensamientos, emociones y sensaciones se sincronizan en un mismo ritmo, sin importar el tiempo y el espacio exterior. La escritura es el lugar donde sucumbo al placer sin ponerme demasiado en riesgo. Escribo y me siento feliz, aunque lo que escriba sea triste o atroz Los efectos de escribir se me notan en el cuerpo, en específico el cabello: siempre termino despeinada.

—¿Cómo ordenas tus libros?
Soy una controladora que disfruta usar el orden como herramienta principal, pero con el acomodo de los libros me di por vencida. He probado todos los tipos: por género, editorial, colores, tema, alfabéticamente. Ninguno sirvió conmigo, porque el orden de un librero es fugaz, dura unos días, y eso me frustraba muchísimo. Hasta dejé trunca la carrera de Biblioteconomía, no nada más por la desilusión, pero algo hay de eso. Entonces adopté una medida menos angustiante, inspirada en la única novela de Elias Canetti, Auto de fe: orienté todos los lomos hacia la pared. Ver en el estante sólo libros gordos y libros flacos en armonía me tranquiliza.
Cada vez que necesito uno, en la búsqueda del correcto me encuentro con otro adyacente aún mejor. Le llamo a esto un ejercicio de soltar.

—¿Cómo han influenciado vínculos sentimentales tu escritura?
Tener una infancia feliz, como la mía, no te prepara para la crueldad del mundo. Crecer y darme cuenta de la realidad fue un shock para mí, hasta que descubrí que, a través de la escritura, podía recuperar algo de ese paraíso perdido. Mis personajes buscan establecer lazos afectivos todo el tiempo, a veces lo logran y otras, no.

—¿Leer o escribir?
Una siempre me lleva a la otra y las dos son lo máximo.

—¿Droga favorita?
El azúcar en todas sus presentaciones.

—¿Qué tanto de tus historias es verdad?
Nada, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

—A media noche, escuchas un ruido extraño en algún lugar de tu casa, ¿te escondes bajo tu cama o vas a averiguar qué es?
Soy re-miedosa e impresionable, mejor me aviento por la ventana; al fin que vivo en un primer piso.

—¿Bebida preferida?
El esquimo de rompope.

—¿Cuánto mides?
1.62 metros

—¿Gatos o perros?
Siempre le tuve miedo a los perros, entonces mi primera mascota fue una gatita, sólo que cuando murió me volví alérgica a los gatos, yo creo que de dolor. Entonces llegó a mi vida un chihuahua blanco, pero les sigo temiendo a los perros, a los grandes, a los chiquitos ya no, bueno, a veces.

—¿Qué consideras que es infravalorado?
El silencio. Yo soy muy escandalosa.

—Primer recuerdo de la infancia
Sentados en el borde de una alberca pequeña en forma de gota, papá y yo, pegaditos uno al otro, con los brazos apoyados en el piso y los pies sumergidos. Estamos en un balneario, pero no sabemos nadar. Él se escurre poco a poco hasta meterse al agua, al tiempo que un chorro de líquido se le mete por la nariz y comienza a ahogarse. Los otros papás y los otros niños nos miran desde sus camastros con desdén, mientras el mío se pone rojo de toser. Fue la primera vez que sentí vergüenza por algo.

—¿Estás en redes sociales?
Sí, en feis, estoy como Didí Mantova; en tuiter, soy @glaseadodementa y en insta, @sueterdepuntitos. En milkshake, msha.ke/didigutierrez, subo lo que publico en revistas.

—¿A qué sabe el mejor pastel?
El mejor pastel sabe a esos días en que yo creí de niña que todos los cumpleaños tenían un tres leches incluido, porque en mi familia festejábamos con uno en todas nuestras fiestas. Era el amuleto comestible de nuestra revolución solar. Todo bizcocho de vainilla bañado en fuentes lácteas de tres orígenes, condensada, media crema y evaporada, me remite a un momento dulce de mi infancia.

—¿Cómo definirías tu estilo?
Si he de escribir realismo me acomodo un fedora de ala ancha en la cabeza; para textos de iniciación, unos pantalones de mezclilla y una playera blanca; cuando se trata de periodismo nada mejor que un saquito con parches en los codos. El estilo en el que me siento más cómoda últimamente incluye blusas de seda e imitaciones de looks de mis diseñadores preferidos, o sea en el género de la chick lit. Pero siempre natural y elegante, en la medida de lo posible sin afectación.

—Si fueras una prenda de ropa, ¿qué serías?
Un jumpsuit dorado, con capucha y bolsillos.

—Cuéntanos del fanzine Pinche chica chic
Pinche Chica Chic es el mejor fanzine sobre moda y humor en el mundo, que mi socia Ang Olavarría y yo lanzamos al mercado, en 2016, porque a la industria editorial de la moda le hacía falta humor y buena redacción. Hemos publicado 21 números hasta ahora, que son impresos en papeles de colores (salvo dos, una grabación radiofónica y una edición efímera en Instagram), cosidos en máquina y numerados a mano. Veinticuatro páginas con lo mejor de la literatura y la ilustración en el ámbito de la moda y el estilo, como Margo Glantz, Brenda Lozano, Laura Baeza, Eduardo Huchín Sosa, Mario Bellatin, Rosario Lucas, Andonella, Peras y Manzanas. Es un objeto trimestral de colección.

—¿Cuál es tu Elegante favorita?
Creo que idealizo a Julia Méndez porque nunca la conocí en persona. En primer lugar porque ya murió, en segundo, porque mientras estuvo viva se desapareció y en tercero, porque somos tan diferentes que nuestros caminos jamás se habrían cruzado. También me identifico muchísimo con Aurora Montesinos, su gusto por el arte, la moda, las listas y la rebeldía. Ellas dos son mis favoritas.

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Por supuesto no puede faltar la lista de lo que más le gustó a Didí del 2021. Les dejamos los libros, las películas, las series y los discos que acompañaron a la autora de «Las Elegantes» a lo largo del año pasado.

Libros

  • Mentiras que no te conté, de Elma Correa
  • Niebla ardiente, de Laura Baeza
  • Lxs niñxs de oro de la alquimia sexual, de Tilsa Otta
  • Yoga y coca, de Alejandra Maldonado
  • Isla Decepción, de Paulina Flores

Películas

  • Malcolm & Marie, de Sam Levinson
  • The House of Gucci, de Ridley Scott
  • El olvido que seremos, de Fernando Trueba
  • Fragmentos de una mujer, de Kornél Mundruczó
  • El agente topo, de Maite Alberdi

Series

  • Halston, de Daniel Minahan
  • The White Lotus, de Mike White
  • Lupin, de George Kay y François Uzan

Discos

  • Donda, de Kanye West
  • Solar Power, de Lorde
  • Daddy’s Home, de St. Vincent
  • El madrileño, de C. Tangana

 

Alumbrar la periferia en «Tristes sombras»


ENTREVISTA A LOLA ANCIRA 

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Por Noemí Pérez Vallejo

—¿Por qué La Castañeda y Lecumberri?

Por ser dos espacios míticos en la historia del siglo pasado en nuestro país y por su arquitectura: edificios bellísimos e inmensos que albergaron la esencia de la sociedad de la época.

—¿De dónde surge tu interés por escribir sobre personajes marginales?

De buscar la forma de alumbrar la periferia, de escuchar a los silenciados, a los ignorados, el discurso del otro; de encontrar sus voces y amplificarlas. En el caso del manicomio, abordar la cuestión de la estigmatización de las enfermedades mentales; en el caso de la prisión, reconocer el entramado social que permite (y contribuye a) que se cometan crímenes.

—¿De qué manera incorporaste la ficción en las historias que toman inspiración de personajes históricos o de expedientes?

Partiendo de lo que me interesaba mostrar a través de perfiles particulares: protagonistas femeninas para evidenciar terribles prejuicios de género de la época (que, desafortunadamente, continúan vigentes); supuestos profesionales o especialistas (en distintos ámbitos) que abusan de su posición y poder; distintos tipos de violencia ejercidos específicamente contra los más débiles.

—¿Qué te interesaba rescatar en relación a los espacios en Tristes sombras?

La forma en que la arquitectura afecta la psique del ser humano, específicamente la creada para distintos tipos de confinamiento: el carcelario y el manicomial; trabajar cómo los espacios tienen una gran influencia en nuestras mentes y cuerpos, cuestión que la psicogeografía estudia.

—Después del trabajo de investigación y de inmersión por medio de la escritura, ¿cómo definirías la locura y el crimen?

Desde la adolescencia he estado de acuerdo con lo que postuló Poe: que la locura es otro tipo de inteligencia, quizá incluso insuperable. En cuanto al crimen, diría que es el abuso de poder en cualquiera de sus formas, ya sea para intentar resarcir un daño recibido o no.

—¿Hubo historias que se quedaron fuera?

Muchísimas, me costó trabajo hacer una selección conforme trabajo los cuentos que ya tenía en mente. Sin duda podría haber una segunda parte del libro.

—¿Qué nos puedes adelantar sobre lo que estás escribiendo ahora?

Una novela que dejé en pausa en 2018 sobre el síndrome de Munchausen por poderes, y un proyecto de crónica que inicié a mediados de este año sobre la dicotomía vida/muerte en los cementerios.

—Para concluir la entrevista, comparte tres libros con los que se identifique Lola Ancira.

  • La condición animal, de Valeria Correa Fiz
  • Nuestro mundo muerto, de Liliana Colanzi
  • Nuestra parte de noche, de Mariana Enríquez

 

Edna Montes responde nuestro interrogatorio

Inspirado en el cuestionario Proust, nuestro interrogatorio busca develar ideas, puntos de vista y manías de las escritoras y autores interrogados. Retomamos con Edna Montes esta serie de preguntas.

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—¿Cuento o novela?
Cuento. Disfruto mucho leer y escribir novela, pero el cuento me parece más como un artefacto de relojería. Esa naturaleza precisa y de experimentación me intriga todo el tiempo; tanto al leer como al escribir.

—¿Ensayo o poesía?
Ensayo para escribir y poesía para leer. He hecho algunos intentos terribles de escribir poemas y me di cuenta que una necesita aceptar sus limitaciones.

—¿Qué sucede en tu mente y en tus espacios cuando escribes?
En mi mente, hay una especie de visión de túnel que sólo me deja estar pendiente y concentrada de lo que escribo, suena ñoñísimo, pero soy de las que pierde la noción del tiempo cuando escribe. No me detengo hasta que me canso o algo externo me distrae. Lo ideal es que mi espacio sea silencioso y cómodo, sin vecinos taladrando las paredes. El problema es que las condiciones ideales rara vez se logran: hay que escribir como y donde sea. Esa fue una habilidad que se me quedó de mis años como reportera: escribir cuando se puede y mientras se puede, sin esperar la inspiración o las condiciones perfectas que a la mejor nunca llegan.

—¿Cómo ordenas tus libros?
Por editorial y colección, me gusta mucho como se ven todas las ediciones parecidas en orden. También hago berrinche cuando alguna editorial que me gusta mucho cambia de formato (aunque se me pasa pronto).

—¿Cómo han influenciado vínculos sentimentales tu escritura?
Han influido muchísimo, de cierto modo siempre le prestamos cosas nuestras a los personajes y todas mis relaciones afectivas se reflejan en lo que escribo: desde las de amor hasta las de rencor. En particular, mis procesos de duelo son algo que vuelve una y otra vez a mi escritura, están muy presentes en «El fuego en la memoria», por ejemplo. Escribir es una forma de explicarnos el mundo también, por eso creo que es inevitable que partecitas de nuestros afectos, de todo lo que nos hace sentir y nos importa se cuelen ahí.

—¿Leer o escribir?
Leer porque ahí es donde empieza todo.

—¿Droga favorita?
Café, lo necesito para vivir y ser funcional.

—¿Qué tanto de tus historias es verdad?
Casi todo y nada al mismo tiempo. La ficción no es verdad como tal, la trampa está en que no creo en el vacío o a partir de la nada. Lo verdadero está en todos los disparadores que me llevan a escribir y, al final, todo eso queda plasmado en las historias. Seguramente hay algo de la verdad de mi vida, mis afectos, las preguntas que me hago o el contexto en el que vivo aunque ningún acosador callejero sea literalmente un monstruo lovecraftiano con tentáculos (y menos mal).

—A media noche, escuchas un ruido extraño en algún lugar de tu casa, ¿te escondes bajo tu cama o vas a averiguar qué es?
Agarro algo para defenderme y voy a ver qué es.

—¿Bebida preferida?
Un buen café, si estamos en plan elegante: un cappuccino con un toque de menta. Si se trata de bebidas alcohólicas: Vino.

—¿Cuánto mides?
1.63 m (gracias por nada, Emulsión de Scott).

—¿Gatos o perros?
Perros. Quiero mucho a los gatos, pero definitivamente soy una persona de perros.

—¿Qué consideras que es infravalorado?
Las cosas ordinarias de la vida y la privacidad. De pronto, las Redes Sociales y otros medios nos vendieron la idea de que, si no viajas por lugares exóticos, comes en los mejores restaurantes o realizas alguna actividad extraordinaria no estás aprovechando bien la vida. Y encima hay que documentarlo todo. No hay nada malo en subir una foto o muchas si quieres, pero sí creo que hay veces en las que hacerte un tecito o unos chilaquiles en casa, quedarte horas en el chisme con tus amigos o hacer cosas sencillas es igual de valioso que los grandes viajes o aventuras. Tampoco es menos real o válido si no se entera nadie en tus redes. Creo que luego de dos años de pandemia con encierros y salidas nos toca ponernos a repensar el equilibrio entre la vida digital y la analógica.

—Primer recuerdo de la infancia
Recuerdo que usaba el sillón de casa de mi abuelita como barco-nave espacial y jugaba a ser una «pirata del espacio», como en una caricatura que había visto con mi tío.

—¿Estás en redes sociales?

Sí, blogueo en Medium, mis noticias de escritora están en Facebook y me encuentran en Twitter como @Edna_Montes.  (Ya sé que me quejé de las redes sociales arriba, ahí perdonen la hipotenusa).

—¿De dónde viene tu amor por Irlanda?
La respuesta sencilla es que tengo ascendencia irlandesa en mi familia, pero siento que eso no basta para justificar mi amor. Lo que de verdad me enganchó fueron las leyendas de Irlanda que leí o me contaron de pequeña, la música y también que mientras más investigaba de la cultura e historia del más compatible me parecía con todo lo mexicano (o mi experiencia de la identidad mexicana, porque no hay solo una); las similitudes hacen que encajen perfecto como un rompecabezas y eso me gusta.

—¿Caballeros del zodiaco o signos zodiacales?
Caballeros del Zodiaco. En especial Camus de Acuario aunque sea medio sociópata y malvado, la armadura negra le queda muy bien.

—¿Cerveza o whisky?
¡Ay! Es muy difícil elegir, me quedo con ambos aunque sea trampa.

—¿Todavía lees o escribes fanfic?
Todavía leo, ya hace tiempo que no lo escribo. Muchas veces estoy tentada a volver al fanfic, pero le doy prioridad a mis historias originales porque tengo el tiempo limitado para escribir. Aunque si lo pienso bien, quizá sigue habiendo elementos de fanfic en lo que escribo: a fin de cuentas, sigo trabajando variaciones de historias que leí, vi o me atraparon en algún momento de mi vida.

—Películas o series para llorar
No suelo llorar mucho con las pelis o las series, pero hay algunas que me han pegado muy duro y no pierden efecto sin importar cuántas veces las vea:
«Vincent and the Doctor» Nuevo Doctor Who, temporada 5, episodio 10.
«It’s a Sin» y «Years and Years» (Ambas series de Russell T Davies).
«Tu nombre» (Kimi no Na wa, de Makoto Shinkai).
«La chica literaria» (Bungako Shōjo de Shunsuke Tada, basada en las novelas de Mizuki Nomura).
«Nana» y «Paradise Kiss» (animes basados en los manga de Ai Yazawa).
«La llegada»  (de Denis Villeneuve).

 

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Edna Montes

Ciudad de México, 1985. Estudió Periodismo en la UNAM como plan con maña para ser escritora. Colabora y forma parte del consejo editorial de la revista digital Penumbria. Publicó su primer libro de cuentos Pequeños lujos (Paraíso Perdido, 2016) y ha formado parte de las antologías Instantánea. Álbum de narrativa jalisciense contemporánea. (Paraíso Perdido, 2017), Territorio Ficción (DGESPE, 2017) y Ritmo. Imaginario Fantástico Mexicano (UNAM, 2020). Se ha desempeñado como reportera, profesora, editora web y community manager. Friki irredenta con tantos fandoms que ya hasta perdió la cuenta. Vive en un ático gótico y embrujado. Sigue tratando de acostumbrarse a las primaveras tapatías.

Los demasiados libros


Por ABRIL POSAS 

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Antes que nada: no es queja. Este texto no es para decir que hay demasiados libros y que ya párenle con los que están por llegar.

Es solo que tenía tiempo sin ir a una librería a plantarme en medio de los estantes, esos que abarcan todos los muros, de piso a techo y de una esquina a otra, a elegir un título entre tantos ejemplares. Las opciones se vuelven infinitas aunque no estemos en la sucursal de una cadena nacional, que tiene varios pisos y recovecos que albergan títulos hasta donde el capitalismo lo permite. Con que sean más de cien es fácil abrumarse ante las posibilidades.

Las posibilidades y lo recio que la cartera se cierra de pronto. Una situación que añade otro nivel de dificultad, porque entonces hay que ponerse a decidir concienzudamente, pues para como es luego la vida, lo que no se compra hoy ya no se compra mañana. Y por otro lado, es también un volado para el futuro. Aquí tenemos entonces dos apuestas: una cruel y otra esperanzadora.

La cruel es la que tiene que ver con la solvencia económica, especialmente si hace mucho que no se vive esa efímera bonanza que la gente llama «aguinaldo». Ya no es posible prometer que para fin de año se cubren esas deudas, mientras la cabeza va haciendo una lista de compras librescas que aceleran un poco el corazón. Ahora es momento de ser más fría, más calculadora, de elegir como si se tratara de algo crucial, de la que depende mucho. Mínimo las noches de lectura nocturna, en las que el sueño se intercambia por una hora o dos de unas palabras llegadoras. Así anda una, primero con una pre-selección de 10 finalistas, que se reduce a cinco, que termina en dos. En ocasiones habrá que abandonar uno más, porque la edición es de pasta dura o incluye ilustraciones. Carajo.

La apuesta esperanzadora es la que surge cuando el dinero no es problema. O se calculó el gasto exacto y no hay de otra que nomás dos o cuatro libros, o ni siquiera importa cuánto hay en la cuenta: se puede. O hubo ofertas, qué delicia. Vamos por la calle con la bolsa cargada de ejemplares con la emoción de los niños con el juguete deseado, y al llegar a casa los acomodamos en la pila de «por leer», generalmente en orden de compra para que nadie se sienta excluído, a menos que un título sea parte de esa lista de deseos de cada año, que apenas, por fin, se cumplió: se recorre en la fila o de plano se le da el primer sitio. Lo cierto es que las lecturas pendientes aumentan con esas compras de montón y, al menos a mí, me recuerdan que la gente tenemos esta fe absoluta de que vamos a estar vivos al día siguiente, las próximas semanas y meses, mínimo un año más, si en verdad intentamos leer los libros recién comprados. Comprar varios libros significa esperanza de vida.

Hay más libros que tiempo que vida, nadie lo pone en duda. A veces, también, me asalta la culpabilidad por buscarle espacio a lo que yo escribo, con la ilusión de tener algo hecho por mí junto a lo hecho por alguien más, que seguramente será mucho más bonito, más importante, trascendente, mejor hecho, inmortal. ¿Que tal vez falle miserablemente en mi tarea? Es lo más probable, pero lo que más temo, la neta, es sentir que la muerte me gana un día y que empiece a lamentarme por no haber comprado esa edición de Las mil y una noches de diez tomos, ilustrada, o la pasta dura de El infinito en el junco; de haber visto tres capítulos de Seinfeld una tarde en lugar de tomar uno de los libros recién comprados y comenzar su lectura.

«Los demasiados libros», balbucearía antes de morir hacia la nada, «los demasiados libros que no abriré jamás».

¿Bien fácil?

Por ABRIL POSAS

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Uy, la pusieron bien fácil, dicen. Bien fácil para abortar con el fallo ese histórico de la SCJN. Ahora cualquiera va a ir al Oxxo, comprar un six de Modelo, un paquete de Camel, unos Takis Fuego y pedir en el sistema que les hagan el cargo para un aborto en la Farmacia Similar más cercana. Como si el decreto que dice que es inconstitucional criminalizar el aborto de manera absoluta por parte de mujeres y personas gestantes fuera cosa tan sencilla.

No, eso llevó años del trabajo de miles de, casi exclusivamente, mujeres que se dedicaron a estudiar leyes, revisar artículos, organizar marchas, redactar cartas, asistir a mítines, escuchar resoluciones, buscar o convertirse en expertas en derecho con perspectiva de género, investigar la situación de las mujeres que deciden abortar (y de las que obligan a hacerlo, también), analizar datos, publicar artículos, compartir hallazgos, pintar pancartas, crear consignas para gritar entre todas, mantener la cabeza fría para escudriñar correcciones a la constitución, exigir cambios reales, acompañar a niñas, adolescentes, madres de familia a realizarse un aborto seguro, hacer colectas para defender a las que han sido encarceladas por decidir el destino de su propio cuerpo, documentar casos, vigilar que no se comentan abusos de autoridad, defender a las que algunos señalan erróneamente como asesinas.

Oh, no. Esto no sucedió de la noche a la mañana. Ningún tipo de avance en materia de derechos humanos, por muy absurdo que suene, jamás es algo que se ponga muy fácil. Pero cuando se trata de retroceder en ese tema, eso sí es sencillo, instantáneo, sin consultarlo a nadie.

No es fácil cuidar a una hija, conservar el empleo (o dos o tres o cuatro) para alimentarla, darle la oportunidad de ir a la escuela, que pueda desarrollar sus intereses. Tampoco es fácil amarla, porque los seres humanos somos complicados y contradictorios, y nos cuesta hablar de nuestros sentimientos y los miedos que nos acechan. Sin embargo, es bien sencillo que alguien se acerque a esa hija, la tome y le haga daño, la desaparezca, la mate.

No es fácil agarrar fuerzas para crear comitivas de madres y padres de familia que se pongan a buscar a sus desaparecidos. Es el recurso que nadie desea, porque significa que ni la autoridad, ni los que se los llevaron van a hacer nada para devolverles a su casa, y de todas formas no queda de otra. Pero sí es fácil, aparentemente, ir a un terreno baldío en las afueras (o en una casa que está entre otras casas donde vive gente), abrir una fosa y enterrar cientos de restos humanos, revueltos, mientras es claro que se usó una retroexcavadora para que fuera, todavía, más simple.

Tampoco es fácil ir al fondo de los armarios a recuperar las cajas que contienen los vestigios de la vida que fue de la hermana asesinada y hurgar en sus recuerdos, a la búsqueda de esas señales que no fueron evidentes (a la vez que se intenta comprender por qué no fueron evidentes) a tiempo, para crear una línea de tiempo que ayude a atrapar a su feminicida, quien, además, desde el primer minuto fue el único sospechoso y en 30 años no han dado con él. ¿Pero perder el expediente de investigación del caso? Es facilísimo.

Hay muchas cosas en este mundo que no son fáciles. Que tiene obstáculos desde su mismo diseño, que son piedras más grandes que la de Sísifo, y que se deslizan por una pendiente inclinada, torcida, llena de espinas. Y eso es lo que maravilla de cualquier persona que sabe que no debería ser así: se encarga de hacer algo, lo que sea, para que poco a poco se vuelva más fácil. Porque cuando por fin se aligera, es porque se alcanzó la planicie que precede a la siguiente subida que otra vez es inclinada, torcida, llena de espinas, entonces hay que recargar fuerzas.

Así que no, ahora no la tenemos más fácil para abortar. Porque este fallo histórico es apenas un paso en el largo camino de reconocer la autonomía que las mujeres tenemos siempre sobre nuestros cuerpos, sin importar las creencias o imposiciones de un sistema que odia que seamos libres. Y aún así, cuando más adelante se logre que el aborto sea seguro, gratuito y legal en todo el país (va a pasar: no lo duden ni tantito), habrá mujeres que no la tendrán fácil porque sus deseos de ser madres no coincidirán con sus propias e incontrolables situaciones y que deberán enfrentarse a una encrucijada. Y habrá otras que decidirán sin problemas, porque es parte de su plan y están seguras de lo que quieren, por lo tanto es la opción correcta.

¿La pusieron fácil? Lo dicen como si todo lo demás —conseguir empleo digno, seguridad social, apoyos para la maternidad, vivir sin acoso, sin machoexplicación, sin discriminación, protegidas por el sistema de justicia, plenamente reconocidas con independencia, dignidad y valía— lo fuera ya. ¿O en cuál Oxxo hace recargas una para conseguir algo de eso?